Quienes realizan la práctica de intervención con personas del espectro del autismo, saben que cada logro que van obteniendo en este camino interminable de escalones, descritos en aspectos como: el día en que señaló, su primera palabra dirigida, su primer contacto visual intencionado…, etc., tiene una gran relevancia, pero, quienes tienen hijos con TEA en edades avanzadas saben que ahí no termina todo.
Pues, con el paso de los años, las inquietudes o interrogantes que, en un inicio se mostraban “amenazantes”, cobran sentido en cada nueva etapa de la persona con TEA, pues, empiezan a aparecer retos como los de la secundaria, la vida universitaria y el trabajo, cada uno con mayor compromiso social en comparación a otro y, no marcado, precisamente, por el desempeño que la persona con TEA pueda tener, sino, marcado por la calidad de personas que les rodean. Mientras más amigables o cercanos sean estos, mejor puede ser su desenvolvimiento. Así pues, el entorno cumple un rol prioritario y, no es novedad pensar que, a estas alturas, el principal entorno que rodea al adolescente con TEA, se llama “familia”.
Probablemente, en un inicio, pueda resultar difícil que los padres asimilen que es una nueva etapa por la que, tanto sus hijos con TEA, como ellos, están atravesando. Los cambios que aparecen en esta etapa de la vida, la diversidad de afectos, la estabilidad emocional, los cambios físicos, la personalidad, la conciencia, la identidad propia y social, y la habilidad para crear y mantener relaciones positivas con los demás, etc. pueden ser en ocasiones problemáticas, incluso para cualquier sujeto, sin embargo, podrían intensificarse en una persona con TEA.
Ahora bien, como todo en esta vida, hay que seguir ‘para adelante’. Al comienzo, parecerá todo difícil y complejo, pero, definitivamente, la praxis nos dice que, no es imposible de alcanzar. Así, alcanzar objetivos que mejoren las destrezas sociales, la independencia, las relaciones con iguales de ambos sexos y con adultos, la educación, la aceptación de los cambios biológicos, la preparación para el cambio del centro educativo pasando por el universitario y luego al laboral, toman en este tiempo matices de gran importancia.
Probablemente, cuando los especialistas alientan a las familias que, ya es tiempo para que sus hijos enfrenten el mundo de un modo más independiente, puede que desarrollen las ganas de garantizarles que ‘nada malo va a pasar’, sin embargo, esto no es posible. No se puede anticipar un suceso desagradable, pero sí, se pueden reducir sus efectos, enseñarles qué hacer y finalmente, esperar que lo hagan. Negar a un adolescente el hecho de enfrentar a las vicisitudes de su entorno, hace pensar en el desarrollo de una mariposa, donde si no es capaz de romper su crisálida le va a costar mucho volar. Así, para un adolescente con TEA, el hecho de salir, de enfrentar por su propia cuenta el mundo, le dará la fortaleza para aprender esta nueva habilidad: “Volar”, ser realmente autónomo, independiente, mirar a su alrededor y tomar lo de él, lo que quiere, lo que puede, lo que debe…
Por tanto, nuevamente, para el desarrollo óptimo de las personas con TEA, la familia tiene un papel crucial al enfrentar que, en este momento, “la crisálida” tiene que estar dispuesta a ser quebrada.
Seguramente habrá muchos temores, pero, es preciso que el abordaje para un adolescente con TEA, apueste por nuevos avances y el ejercicio pleno de su autonomía y, finalmente la exposición a la sociedad. La autonomía, más que nunca, se convierte en un objetivo central, vital, en el tratamiento de una persona con TEA.
De tal modo, es importante resaltar que, en último término, el grado de autodeterminación de las personas con TEA no va a depender, exclusivamente, de sus propias capacidades y/o necesidades de apoyo, sino, que tiene una relación directa con la frecuencia y variedad de las oportunidades que se pongan a su disposición, de manera que, puedan experimentar nuevas opciones de aprendizajes, vitales y significativas.
Es una realidad, el niño creció, se hizo adolescente y pronto será adulto, el periodo más amplio de la vida de un sujeto y, que tiene todo el derecho de ser agente activo de su propia historia.
Entonces, estar listos a romper “la crisálida” que, con redes de apoyo-oportunidades disponibles: la familia, la comunidad y, en general, las relaciones interpersonales, potenciarán el desarrollo de los planes de vida de las personas con TEA.