Definitivamente hablar de autismo (hoy Trastorno del Espectro Autista – TEA), es hacer referencia a un concepto dinámico que, a lo largo del tiempo, ha estado expuesto a interpretaciones, no solo diversas, sino radicalmente enfrentadas. Pues sí, la conceptualización del autismo tiene una historia de grandes discrepancias y planteamientos que, bajo extensos debates entre teorías psicodinámicas, conductistas y biológicas, tuvo que aguardar y transcurrir casi cuatro décadas para que se incluyera en los manuales diagnósticos.
Pero, estas líneas no prentenden relatar la historia de su denominación, ni describirlo o explicarlo, no porque no sea importante, porque vaya que lo es!! (cómo generaríamos una práctica clinica respaldada en la evidencia científica, genuina y respetuosa con el desarrollo y la calidad de vida) sino, lo que espera es que se reconozca que esta nomenclatura y su compleja heterogeneidad lleva consigo a una persona valiosa que, en definitiva, requiere de apoyos, pero, sobre todo, se encuentra a la espera de oportunidades!!
Es importante, por tanto, cambiar nuestras “mentes” y no solo pensar en la “sintomatología” o en las habilidades que pueda o no tener, sino, desarrollar un convencimiento sincero de que las personas con autismo son, por encima de todo, personas, con el derecho de crear y valorar su propio proyecto de vida.
Para esto, es necesario reconocer el valor de la neurodiversidad y el de todo ser humano. ¿Cómo lo hacemos? Es esencial desarrollar una educación inclusiva, pues, si desde pequeños (as), un niño o niña conoce, se relaciona y vive la diversidad, podrá percibir en cada persona sus distintas propuestas de desarrollo, sin limitaciones, recelos o confusiones, transformando con ello a toda la sociedad, haciéndola más comprensiva, justa y solidaria.
La clave está en la educación (en la escuela y en el hogar). Pues, en la medida que, no solo se oriente a la productividad futura (cosa que no esta mal), sino también, se encamine y resguarde el bienestar personal y social, se va a garantizar la creación de una sociedad mejor para todos.
Es decir, más allá de decretos, reflexionemos y colectivamente ampliemos o complementemos esta educación centrada en contenidos, con una educación centrada en su alumnado y la construcción de su felicidad y con ello, contribuyamos a la creación de una sociedad más humanizadora, sólida en valores, creencias y actitudes que celebren la neurodiversidad, la inclusión, junto a la dignidad inherente de toda persona.
Tal vez, no estemos tan lejos y que no se trate de una utopía. El mundo seguirá así, hasta que decidamos que cambie. Entonces, rompamos barreras (pensamientos) y desafiemos nuestra flexibilidad, conocimientos y sentimientos…. Y, sobre todo, respetemos en cada persona con autismo su derecho a generar su vida plena.