Nuestros niños están enfrentando el desafío de aprender desde sus casas y en condiciones muy distintas a las anteriores al confinamiento social. Las reacciones emocionales a este cambio, son muy diversas, dependiendo de muchos factores internos (del mismo niño) y otros externos (ambientales). Ante esta nueva realidad, no todos expresan sus vivencias emocionales de manera que los adultos podamos captarlos, lo que sería más saludable. Hay niños que se manejan muy bien en clases virtuales. Pero hay otros que se quejan abiertamente de las tareas, que están estresados, que sienten que no tienen apoyo; otros que, sin decirlo, se sienten avergonzados por sus errores, tienen miedo a “fallarles” a sus padres y maestros, etc. Algunos comunican lo que les perturba de manera indirecta, con agitación motora ante la computadora, o actuando su malestar con conductas inadecuadas como apagar la pantalla, jugar en línea con un compañero durante la clase virtual, etc. Por ello, los adultos tenemos que estar atentos a las vivencias de los niños, y tomar en cuenta estas reacciones como señales de alerta o pedidos, abiertos o encubiertos, de ayuda.
Tenemos que entender que muchas de las tareas que hacían y resolvían en el colegio en la modalidad presencial, ahora las tienen que resolver frente a la mirada de sus compañeros en pantalla, y ante la mirada expectante del adulto que lo acompaña en casa. Para algunos niños esto puede ser una novedad interesante, pero para otros puede ser intimidante, especialmente si la actitud del adulto es demasiado exigente o perfeccionista y se adelanta a darle las respuestas, sin validar sus propuestas o sus ideas.
Para que los alumnos estén motivados para el aprendizaje, necesitan contar con un clima emocional suficientemente saludable, y eso en estas circunstancias de la pandemia puede ser un desafío importante, pero no imposible si se toman algunas precauciones.
¿Qué podemos hacer?
Para motivarlos al aprendizaje, los padres pueden darle sentido y explicarle la importancia de la materia en estudio para su vida cotidiana y organizar actividades domésticas en que pueda aplicar lo aprendido. Motivarlo a hacerse preguntas acerca de un tema y buscar respuestas, es una manera de despertar su curiosidad e interés por ese tema.
El acompañamiento de un adulto durante las clases depende de la edad y características del niño. Al inicio es mejor asumir una posición vigilante, observar cómo se desenvuelve, cómo afronta alguna dificultad o inseguridad y dejarlo resolverlas. Antes de fijarse solo en lo que le falta, reconocer su buena disposición e iniciativa para manejarse solo. Por supuesto que también será necesario detectar sus necesidades de ayuda y buscar la orientación de la maestra o un apoyo particular si las dificultades persisten y generan estrés en el niño.
¿Y quién acompaña al niño? Es importante que los padres conversen y se pongan de acuerdo en este tema. La pandemia nos ha obligado a romper muchos estereotipos y a asumir roles como antes no nos habíamos imaginado. Lo importante es establecer una red de apoyo en casa y organizarnos para que papá, mamá u otro adulto que vive en casa, colabore dentro de sus posibilidades en este acompañamiento, siempre cuidando el vínculo con el niño.
La comunicación estrecha con los maestros, ayuda a detectar las dificultades de los niños y apoyarlos cuando necesitan mayor explicación, un acercamiento personal, adecuar nuestras expectativas a sus posibilidades de respuesta, o que les brinden acomodaciones en la manera de presentar las tareas y las evaluaciones, etc.
También será importante tener claro cuáles son nuestras expectativas como padres, si estas expectativas coinciden con lo esperado a la edad, nivel escolar, al nivel de madurez de nuestro hijo y a lo esperado por el maestro. Y adecuar estas expectativas a la situación actual. Esto evitará por ejemplo que se le corrija más de la cuenta, o que se le pida rehacer varias veces una misma tarea, lo que genera más bien, mayor estrés y sentimientos de inseguridad respecto a la propia competencia.
Considerar que lo que alivia a los niños es tener espacios de juego y recreación solos y con niños de su edad. Si bien esto no es posible como antes, será importante facilitar momentos de actividad física diarios en casa o en zonas exteriores en que los niños puedan correr, saltar, levantar la voz, cantar, bailar, actividades que permiten descargar tensiones.
Asimismo, promover las actividades que favorecen el desarrollo de la representación simbólica, que permite canalizar emociones, pero también desarrollar la creatividad y el pensamiento divergente, aspectos tan necesarios para el aprendizaje. Dentro de estas actividades están la creación de historias con títeres, con diversos muñecos, construir con diferentes materiales, realizar trabajos manuales con material de reciclaje, disfrazarse y actuar roles, etc.
En esta etapa de pandemia es básico para la salud mental de los niños y de los adultos, establecer momentos de conversación acerca de nuestros sentimientos. Los niños ven o escuchan a diario noticias que pueden movilizarlos, asustarlos y que pueden afectar su disposición hacia las clases. Podemos pensar equivocadamente que “no se dan cuenta”, cuando en realidad están percibiendo un clima de tensión sin posibilidad de hablar del tema. Es mejor darles la oportunidad de preguntar y recibir la información que ellos piden y que pueden manejar según su edad y circunstancias. Debemos hacer lo posible porque el niño se sienta seguro de nuestra disponibilidad para escucharlo, para entender lo que les preocupa respecto a las clases virtuales, y de nuestra intención de apoyarlo en lo que necesite.