El autismo lleva muchas décadas en el campo de la investigación. En todo este dilatado tiempo, la ciencia si bien no ha encontrado un solo marcador biológico para explicar su origen y la complejidad de sus características, consiguió desechar aquellas concepciones en las que se culpabilizaba a los padres y, permitió que se reconociera a la genética (y, también, hoy, a la epigenética) como factor decisivo para su manifestación.
Y, si también, muchas veces, ha sido fascinante describirlo, resulta cada vez, más importante, comprenderlo en ‘primera persona’, es decir, entenderlo desde los relatos que las personas con autismo han podido transmitir con sus experiencias y reflexiones.
Desde esta perspectiva, se podría tener una aproximación más real, genuina y por qué no decir, respetuosa, de lo que se debe saber del autismo. Pues, por mucho tiempo, el conocimiento sobre el autismo tenía una visión kanneriana, es decir, se pensaba que las personas con autismo estaban ‘enclaustradas’ en sí mismas y, con pocas posibilidades para explicar sus pensamientos y emociones, sin embargo, a mediados de los años 80, la publicación de Temple Grandin, permitió, por un lado, conocer sobre el autismo ‘desde su interior’ y, por otro, saber de qué manera una persona con autismo percibe a los demás.
Al respecto, los neurotípicos pareceríamos ‘seres de otra galaxia’ y, perfectamente, podrían ser motivo de estudio, nuestra forma de vida, nuestros curiosos hábitos sociales y complejas relaciones interpersonales. Nada más irónico, pues, justamente es la forma como muchos neurotípicos suelen ver a las personas con autismo, la única diferencia es que ellos son la minoría.
Por tanto, al lado de los manuales diagnósticos y sus descripciones clínicas, se debe valorar el amplio bagaje de relatos autobiográficos sobre el autismo (y, que, por cierto, ya se está haciendo), con la finalidad de comprender ‘desde adentro’, desde ‘su propia voz’, como decía Temple Grandin, la necesidad por pensar en imágenes, el deseo a la invarianza o el seguimiento estricto de rutinas, el poco cuidado para hacer o decir cosas, sus movimientos estereotipados, etc.
De esta manera, seremos una sociedad honesta, realmente neurodiversa, capaz de ofrecer apoyos y oportunidades que reivindique el derecho de las personas con autismo, su búsqueda en que sea reconocida su autonomía y con ello, el acceso a experiencias recíprocas y placenteras como mejor les parezca.