Los padres estamos pendientes del desarrollo físico de nuestros hijos, si se sentó antes de los 6 meses, si caminó antes de los 9 o si logró controlar los esfínteres a los 2 años… Pero, cabe hacernos la pregunta si estamos pendientes de igual manera del desarrollo emocional de nuestros hijos.
En las últimas décadas se ha venido desarrollando el concepto de inteligencia emocional, la cual podemos entender como la capacidad para identificar, entender y manejar nuestras emociones facilitando la relación conmigo mismo y con los demás, la consecución de metas y objetivos, el manejo del estrés o la superación de obstáculos.
Conceptos como conocerse a sí mismo, quererse en plenitud, equilibrar virtudes y debilidades, integrar armónicamente las habilidades y áreas por desarrollar con las que todos transitamos por la vida. Saber manejar nuestras emociones, entender de dónde vienen, cuándo y por qué aparecen y se van, comprenderlas para que no nos abrumen, están relacionados a esta inteligencia emocional que como padres es uno de los aspectos que anhelamos dejarle a nuestros hijos para que tengan éxito en un futuro.
Como padres podemos contar con una serie de recursos para que nos ayuden en los momentos en que nuestros hijos no pueden manejar sus emociones. Con frecuencia, le pedimos a nuestros hijos que se “controlen” o se “regulen” pero realmente nuestros hijos, ¿comprenden qué significa controlarse o regularse?
Por esta razón, es importante empezar a definir algunos aspectos relacionados:
1. Conciencia de uno mismo o autoconciencia: Es importante que el niño tenga un conocimiento pleno sobre sí mismo. Debemos ayudarle a conocer tanto sus fortalezas como sus debilidades para que adquiera confianza en sí mismo y tenga una mayor capacidad autocrítica. Reforzar este aspecto le ayudará a poder tomar mejores decisiones en el futuro y no guiarse solo por sus emociones.
2. Qué son las emociones: Empecemos por asegurarnos de que nosotros y nuestros hijos entendemos qué son las emociones y cómo funcionan, que éstas son parte de nuestra vida y nos van a acompañar hasta nuestros últimos días.
3.Autorregulación: Eliminar sentimientos como la rabia o la frustración en nuestros hijos es imposible. Sin embargo, podemos ayudarles a regular estos estados de nerviosismo o impulsividad creando en ellos una mayor serenidad. Esta cualidad puede ayudar a los más pequeños a crear herramientas para su futuro que le permitan gestionar mejor sus decisiones, por ejemplo, pensando antes de actuar.
4. Empatía: Una vez que podemos identificar y comprender la emoción en nosotros mismos, podemos ser capaces de ponernos en el lugar de la otra persona y entender cómo se sienten.
5. Técnicas de meditación: El enseñarle al niño que nuestra mente puede desconectarse y que puede entrar en contacto consigo mismo, es muy valioso si lo hacemos desde edades muy tempranas. Nuestro hijo reconocerá que frente a una emoción que siente muy intensa, como puede ser la cólera, la tristeza o la felicidad, él puede tomarse un respiro, cerrar los ojos, contactar con su cuerpo físico para poder dar tiempo a una mejor respuesta más adaptada y más calmada.