La forma cómo piensan y actúan los padres ante el fracaso es esencial pues son los modelos para sus hijos. Es una oportunidad para aprender y reflexionar y, si su hijo falla en algo, el mundo no se acaba: éste sigue girando para darle la oportunidad de intentarlo de nuevo.
¿Recuerda alguna experiencia en la que no logró lo que esperaba? ¿Cómo se sintió? ¿Qué pensó? ¿Qué fue lo que hizo? Actualmente, existe presión por lograr el éxito y una muy poca tolerancia al fracaso. Estamos en el afán de hacerlo todo bien y, mientras mantengamos dicho esquema mental, el miedo al fracaso surgirá; no toleramos el error, éste nos haría ver como poco capaces. Sin embargo, fracasar no implica incapacidad.
Como adultos, a menudo, tenemos la expectativa de lograr metas, alcanzar objetivos,… La energía física y mental que invertimos es valiosa pero, al no conseguirlos, experimentamos desazón y frustración pues “hemos fracasado”. Si como adultos no nos gusta vivir estas situaciones, menos queremos que nuestros hijos pasen por ellas y, en ocasiones, hasta evitaremos que las experimenten.
La realidad es que nuestros hijos, en su día a día, en el colegio, en casa o con amigos intentan cosas pero no les “salen”, sintiendo que han fracasado. Emociones como cólera, frustración y tristeza afloran así como la impotencia que, en suma, pueden impedir que sigan en pos de sus metas. En sí, el problema no es el fracaso si no el cómo se afronta. Entonces, si nosotros como padres vemos y les enseñamos a nuestros hijos que los errores y el fracaso pueden ser oportunidades para aprender, reflexionar, hacer cambios y emprender nuevos retos, cuando el mensaje que reciben es que si se intenta y se fracasa, se puede volver a intentar para tener éxito, entonces sus hijos aprenderán sobre la importancia de la paciencia, la perseverancia y el sentimiento de orgullo por sus logros.
La forma cómo piensan y actúan los padres ante el fracaso es esencial pues son el modelo para sus hijos. Si el fracaso es visto como oportunidad, ayudarán a sus hijos a desarrollar sus habilidades y a reaccionar de forma positiva cuando les suceda. En contraste, si lo perciben como catastrófico, generarán poca motivación y temor. Una buena estrategia es que les hablen sobre sus propios fracasos. Verán que no sólo ellos pasan por dichas situaciones y que lo importante es que pueden superarse.
Asimismo, ante un error los padres pueden ayudar a sus hijos a evaluar qué salió mal y qué pueden hacer para mejorarlo. Darles la oportunidad de decir por qué cree que las cosas no salieron como ellos querían o esperaban. Aunado a ello, ayudarlos a identificar las emociones que sienten y expresarlas adecuadamente. Verbalizar ambas es relevante y una de las mejores cosas que como padre puede hacer, es saber escucharlos. Así, sus hijos aprenderán estrategias para la resolución de problemas a través del fracaso.
Finalmente, es importante reforzar el esfuerzo con expresiones de alegría y un abrazo hacia su hijo. El elogio es una herramienta efectiva en todas las edades, en la cual los resultados no logrados se convierten en aprendizajes enfatizando al esfuerzo realizado. Ello motivará a sus hijos a conseguir sus metas a pesar de los obstáculos.
Un último consejo: recuérdele a su hijo que si falla en algo, el mundo no se acaba: éste sigue girando para darle otra oportunidad de intentarlo de nuevo.