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No te quedes callado: no al bullying

Fecha: 27 FEBRERO 2020

Hoy, más que nunca, la familia y escuela deben aliarse para prevenir o resolver este problema, promoviendo valores, convivencia y tolerancia siendo necesario tomar medidas preventivas y correctivas. 

Autor: Maria de los Angeles Del Castillo, Departamento Psicopedagógico Colegio Antares - CPAL

“Me quiero morir, quiero que alguien me mate” fueron las palabras que impactaron en las redes la semana pasada al escuchar a Quaden Bayles, quien lloraba por el sufrimiento que vivía a diario a causa del bullying en su escuela y que lo había llevado a intentar suicidarse en varias ocasiones cuando apenas tenía 6 años. Quaden tiene acondroplasia, un trastorno que ocasiona el tipo más común de enanismo, siendo este el principal motivo de agresión por parte de sus compañeros. Su madre, quien filmaba, sufría tanto o más que su hijo y este video fue una llamada de emergencia frente a la impotencia.

Quienes vimos el video sentimos tristeza pero sobre todo empatía preguntándonos: “¿y si fuese mi hijo o mi sobrino?, ¿si fuese yo el padre o la madre?”. Este video viral hizo colocar nuevamente sobre el tapete al acoso escolar o Bullying como un problema real en las escuelas a nivel mundial pero sobre todo, llamarnos a la reflexión de aquello que podemos hacer para prevenirlo.

El bullying, ese enemigo silencioso, ha existido siempre. Hoy, más que nunca, la familia y escuela deben aliarse para prevenir o resolver este problema, promoviendo valores, convivencia y tolerancia, indispensables en la sociedad actual. Definitivamente la sensibilización y formación sobre el acoso debe de realizarse desde las escuelas, las cuales deben hablar sobre el tema así como desarrollar habilidades y competencias personales e interpersonales en sus estudiantes, siendo una tarea que involucra a toda la comunidad educativa (alumnos, maestros, directivos, entre otros) y familia; necesitando incidir en la tolerancia, solidaridad y respeto. Muchas veces el acoso escolar se mantiene por una “cultura del silencio”, aquello que pasa en las aulas o patios que todos miran y saben, pero de las que nadie habla y todos callan, víctima y alumnos (observadores), pero también profesores e incluso padres. Es doloroso, si, pero el quedarse callado solo hace que el problema crezca y genere consecuencias aun más negativas. Por tanto, padres y educadores deben estar alerta ante los posibles primeros signos de agresión entre compañeros o de aquellos signos que nos indiquen que algún alumno pueda estar pasando por ello para poder informarlo y tomar las medidas preventivas y correctivas. Tomando la iniciativa de reportarlo se puede reconocer que hay un problema, grave, sin tener que buscar culpables, más bien, identificar que tanto la víctima como el agresor requieren de atención. Por otro lado, los colegios deben contar con un Plan de Convivencia Democrática, considerando la prevención y resolución pacífica de conflictos.

Ahora, en este contexto la victima suele ser insegura, con baja autoestima, carece de habilidades sociales y difícilmente se defiende. Así, le resulta mucho más difícil poder contar lo que sucede y actuar. Para prevenirlo, es importante que desde casa se fomente la comunicación y confianza con los hijos, enseñarles a colocar límites a las acciones de sus compañeros (“eso no es gracioso”, “¿te gustaría que te hicieran lo mismo?”) sabiendo cómo expresar sus opiniones, aún más, cuando algo les disgusta. Asimismo, incentivar su asertividad y competencias emocionales (conciencia, autonomía y regulación emocional) pues un niño o adolescente que se desarrolle seguro de sí es menos probable que pueda ser víctima de un maltrato sostenido dado que se sentirá empoderado para tomar decisiones.  De otro lado, si su hijo es víctima, comprometerse a ayudarlo a resolver este problema de forma asertiva, a no sentirse culpable de esa situación, manteniendo comunicación constante con la escuela. Y, si detecta que su hijo es el acosador, no ignorar la situación, trabajar directa e inmediatamente con la escuela y buscar apoyo terapéutico. Nunca usar la violencia para reparar el problema.  

Esperamos que la historia de Quaden haya servido para que no nos quedemos callados, para hablar del tema en casa y en las escuelas de tal forma que podamos desarrollar y preparar alternativas para aquellos que puedan estar pasando por situaciones difíciles. Pero, sobre todo, para conocer y establecer diferentes formas que podemos tener para prevenir el acoso escolar. 

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