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¿Cómo enseñarle a mi hijo a ser feliz?

Fecha: 25 ABRIL 2019

Muchas acciones que los padres realizan para sus hijos se centran en poder brindarles oportunidades para que lleven una vida plena y encuentren la felicidad en el camino que realizan…  pero, ¿se les puede enseñar a ser felices?
El presente artículo pretende brindar algunas ideas que se puedan aplicar en el día a día con la finalidad de enseñar a los hijos a pensar para ser felices.

Autor: Juan José Tan, Coordinador del Departamento Psicopedagógico - Colegio Antares - CPAL

El famoso filósofo griego Epicteto hace mucho tiempo planteaba la idea que no es lo que pasa lo que termina afectando a las personas sino lo que pensamos acerca de lo que pasa.

En ese sentido, el poder del pensamiento para elaborar experiencias personales es crucial para poder dirigir la vida de una manera plena o en su defecto,  poder caer en grandes temores, inseguridades y cóleras.

Años más tarde, los psicólogos cognitivos tomaron las ideas de los filósofos estoicos y comenzaron a desarrollar otras ideas a través del manejo del pensamiento, encaminadas a enseñar a las personas a tener una mejor calidad de vida, es decir, a sentirse bien.

Hoy en día, los padres pueden hacer uso de las contribuciones de la psicología cognitiva para enseñar una manera de pensar que permita a los hijos disfrutar la vida y atenuar las situaciones tensas y los problemas cotidianos, mirándolos como situaciones incómodas pero no insoportables.

¿Qué estrategias podemos usar los padres?

Es importante destacar que la manera de pensar no se hace de la noche a la mañana, entendiendo ésta como un proceso de largo plazo donde cada experiencia, que puede ser evaluada como tensa, irritante o triste, puede convertirse en una buena oportunidad para encaminar la manera de pensar en un sentido constructivo siempre y cuando uno pueda tomarse el tiempo para animar al hijo a participar de una reestructuración mental.

No obstante, es bueno saber que existen situaciones que naturalmente van a producir dolor y malestar anímico y es sano entenderlas como tal, puesto que también forman parte de la vida.

A continuación se describirán algunas ideas que se pueden llevar a cabo en el día a día para ayudar a sus hijos a dirigir sus pensamientos:

- Desarrolle la orientación a través de preguntas. El pensamiento se forma cuando invitamos a los chicos a pensar sobre lo que está pasando, no cuando les damos la idea resuelta como un recetario a aprender.

- Preguntas que inviten a reflexionar sobre el tamaño de la “amenaza” que está por suceder o de las acciones cuyas consecuencias están en su “bajo su responsabilidad” puede ayudarlos a manejar situaciones de preocupación y miedo: “¿Qué es lo peor que puede pasar?”, “¿y si eso pasara que es lo peor que sucedería?”, “¿Qué evidencias tienes para pensar en eso?”, “¿De qué tienes control?”, son algunas preguntas que podemos formular.

- Realice preguntar para que los chicos aprendan a sopesar la situación como realmente es y no como muchas veces creen que es, enseñándoles a no sobredimensionar ni minimizarlas, basándose más en los hechos como son y no en las creencias sin fundamento de los hechos.

- Enséñeles a tomar conciencia de lo que piensan en el momento que ocurren hechos que los movilizan emocionalmente para que aprendan a darse cuenta que muchas veces no son los hechos los que generan una emoción negativa sino lo que pensamos acerca de los mismos.

- Bríndele pautas para que distingan si lo que piensan les resulta útil para que se den cuenta si están acercándose a ese estado de plenitud al cual se aspira llegar. Las siguientes preguntas pueden servirnos para ello: “¿Pensar de esa manera te resuelve el problema?”, “¿Te hace sentir feliz?”, “¿Por qué mantienes entonces esa manera de pensar?”, “¿A dónde quieres llegar con eso?”.

Cabe resaltar que siempre existe la posibilidad de acudir a un profesional en caso se necesite una mayor orientación o si percibe que el estado anímico de su hijo se encuentra afectado de manera significativa.

Toda acción que, como padres, podamos realizar en favor de la construcción mental sana de los hijos vale el esfuerzo y el tiempo dedicado.

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